El papel del papel, o si preferimos, el rol del papel en los tiempos que corren, es entregarnos la posibilidad de habitar el silencio, concentrar nuestra atención y apartarnos del continuo fluido sin fin al que estamos expuestos.
La híper-comunicación nos aleja de la posibilidad de bucear en las profundidades, nos mantiene flotando en lo banal, nos distrae del pensamiento pausado que nos lleva a la reflexión, nos obliga a mantener los ojos fijos en una superficie de perímetro muy limitado, que proyecta contra nuestros ojos su agresiva luz en movimientos frenéticos y sin pausa, montañas de información inútil se vierten directamente sobre nuestras pupilas, paralizando nuestra voluntad, inmovilizándonos. Nos impide concentrar la atención en medio de tanta solicitación. Destruye el paisaje silencioso propicio al crecimiento interno, al desarrollo intelectual a través de todos los sentidos. Nos confina a la soledad con falsas promesas de comunidad.
Por el contrario, el papel nos permite tener un diálogo lento entre el objeto y nuestro pensamiento, frente a él somos actores y no víctimas sometidas, nos ofrece una relación de cuerpo a cuerpo.
Estamos viviendo la desmaterialización del mundo, de un mundo que está ocupado en morir, por ello rindo homenaje al papel que ofrece resistencia frente a esa agonía.
El papel del papel es sagrado.




























