DISEÑO EDITORIAL

La Factoría mayo 31 2022


CONCEPCIÓN Y CONSTRUCCIÓN 

DE UNA PUBLICACIÓN


El oficio del diseño, es construir el vehículo que permitirá a los lectores aprovechar de los contenidos que escritoras, ilustradoras, fotógrafas hayan producido con el fin de compartir con los demás.


Una vez que conocemos en profundidad los contenidos, sean estos textuales o visuales y que sepamos las intenciones de los autores, autoras y con qué presupuesto cuentan, podemos empezar a planificar.


Primero debemos definir el perímetro, cual si fuese un terreno. Esto es el formato de la publicación. ¿Conviene que sea éste vertical u horizontal? ¿que sea un libro de bolsillo o al contrario una revista muy grande? Estas decisiones se tomarán en función del presupuesto y de los contenidos. El formato en sí, ya significa, expresa algo. Si nos equivocamos en esta decisión, todo nuestro trabajo perderá el sentido que quisimos darle.


Una vez que estamos seguras del formato escogido procedemos a definir la estructura de las páginas; qué tamaño de marcos queremos, cuál será la dimensión de la mancha de texto, cuantas columnas corresponden al género narrativo con el que trabajaremos, o como corresponde poner en valor las imágenes. En ocasiones y dependiendo de los contenidos sobre los que vamos a trabajar, será necesario crear varias páginas maestras con características apropiadas a los diferentes contenidos de una misma publicación.


La definición de marcos y columnas permitirá la circulación de la mirada del lector a través de la información. Cuando construimos una casa en un terreno consideramos los espacios de jardines, de ingreso, egreso de la casa y luego una zonificación y circulación apropiadas entre los diferentes espacios de la vivienda. El oficio de construir publicaciones sobre un papel, es similar al del constructor de casas, uno es bidimensional y el otro tridimensional. Una estructura mal diseñada puede dar lugar a páginas que no se sostienen de manera equilibrada, al igual que un edificio.


El papel o rol de los espacios blancos en una diagramación es esencial, éstos dan la respiración a la composición de cada página y nos ayudan a jerarquizar elementos en la estructura definida.


Ahora ya podemos proceder a identificar la o las tipografías apropiadas al tema. Siempre, el primer criterio a tomar en cuenta para seleccionar una familia tipográfica, será la legibilidad. Es conveniente trabajar con familias tipográficas que tengan diferentes valores de línea: normal, delgada, extra delgada, negrita, extra negrita y que todas éstas a su vez tengan sus respectivas itálicas. Y claro, el criterio a no dejar de lado, es la belleza. 


Si nuestra elección tipográfica es apropiada y la arquitectura del documento es equilibrada, podremos construir páginas con armonía, ritmo y con profundidad haciendo uso de los diferentes elementos tipográficos y la ubicación de éstos. Debemos construir los espacios poniendo mucho cuidado en la ubicación y tamaño de los diferentes elementos con los que contamos, la palabra JERARQUÍA, es clave, ésta no solamente dará profundidad y perspectiva a nuestras páginas, sino y sobretodo conducirá al lector, quien sabrá fácilmente dirigir su mirada en un orden deseado y no entrará en conflicto. Una vez estos criterios definidos construimos página por página el documento. Es importante pasar una y otra vez para verificar que todo esté en el orden deseado.


Antes de producir los artes finales será indispensable conocer las características exactas de impresión. Ponerse en contacto con el técnico de la imprenta es necesario.


Hasta el momento he hablado únicamente de las páginas de interior, pues la portada es un tema en sí.


CARÁTULA llamábamos en la escuela a la primera página del cuaderno donde escribíamos con letras dibujadas el nombre que designaba a cada materia. Nos esmerábamos en crear titulares originales, nuestros nombres, curso y paralelo; para matemáticas letras estrictas, angulares, sin adornos; para literatura caracteres ondulantes, cada letra de un color y hasta forma diferentes. Cada una hacía libremente lo que quería, era una forma de expresar su personalidad y su percepción sobre cada asignatura. Esa primera página era la que permitía saber de manera explícita cuál era el contenido de cada cuaderno. El exterior estaba forrado con papel kraft, con un pequeño membrete en el costado inferior derecho que contenía la información sin ninguna fantasía. Así que la verdadera portada era la interior.


Carátula, de “cara”; 

portada, de “puerta” de entrada
a un contenido escrito y/o visual.


A partir de la normalización del uso de la rotativa, las portadas fueron trabajadas por artistas con formación en bellas artes, quienes tenían una relación de intercambio intelectual con el autor literario. La propuesta visual era, en este caso, el resultado de un entendimiento conceptual entre escritor y artista. A través de un lenguaje iconográfico, el grafista (quien hace la gráfica) articulaba la idea a transmitir al futuro lector. 


Para llegar a una concertación entre quien escribió el texto y quien debe construir la imagen, es necesario un proceso de diálogo, en el que se discutan conceptos y no gustos, y se confronte la pertinencia del uso de tal o cual símbolo, la selección tipográfica, cromática y estilo visual acordes con el espíritu de la obra; a esta discusión se unirá la editora, quien sabrá esclarecer qué es necesario y qué no lo es y cuáles son caprichos sin argumentos, su papel debería consistir en facilitar el diálogo y las negociaciones entre el autor y el diseñador o grafista, así como salvaguardar la imagen de su editorial.


Con el desarrollo paulatino del mercado literario, las casas editoriales empezaron a regirse por tendencias y modas, es decir, por la dictadura del mercado que decide el tono adecuado para vender más. Las editoriales pequeñas que no dependen de reglas institucionales rígidas pueden escapar a esta dictadura y hacer propuestas valientes porque toman riesgos comerciales, e innovadoras, con mayor libertad.


Si la portada es la representación visual
del contenido, ¿qué virtudes debe tener?


Las reglas que se aplican para la creación de una portada de libro son las mismas que para un cartel. La única diferencia radica en la distancia de lectura.


La portada debe tomarse en serio y corresponder sin engaños al contenido del libro, a menos que la estrategia sea despistar al lector. Cada elemento es digno de ser pensado, así como la puesta en escena de todos ellos, pues en su articulación, el significado puede potenciarse o cambiar el sentido deseado.


Con relación al concepto visual, es deseable construir una imagen que incite a encontrar significados. Es necesario evitar el uso de imágenes que predispongan la imaginación del lector. La portada no debe ser narrativa, para evitar entrar en competencia con la historia narrada en las páginas interiores. Es muy útil para este propósito el uso de figuras retóricas visuales, la más utilizada es la metáfora.


La selección del tamaño y proporciones de la publicación es el primer paso a dar, el formato definirá la disposición de todos los elementos visuales, además de determinar una percepción material de la obra.


En cuanto a la composición: para obtener una lectura clara, es preferible poner en escena pocos elementos bien definidos que se adapten armoniosa y equilibradamente al formato; el título y el nombre del autor serán absolutamente legibles, así como el logotipo de la editorial, situado en el lugar y tamaño adecuados. Una cromática que evoque el ambiente de la obra y un estilo en sintonía: esa es la meta.


Trabajar considerando la totalidad del envoltorio es la única manera de obtener un diseño coherente. Deben diseñarse al mismo tiempo portada, contra-portada, solapas, así como las guardas y la portada interior, aspectos que deben armonizar con la arquitectura interior: blancos, márgenes, membretes, numeración, columnas, tamaño y estilo de la tipografía del cuerpo de texto, apertura de capítulos, titulares, subtitulares y el resto de elementos tipográficos. Todo aquello que constituye el objeto que vehicula la obra literaria será concebido por el grafista como una unidad.


El grafista materializa la obra literaria convirtiéndola en objeto, la hace visible, crea la forma para su transporte impreso o digital.